Primera parte del comentario al capítulo 2.68 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "De cerdos y trogloditas", correspondiente al día 23 de septiembre de 2010
Es de noche, la luna está pero no la ven.
"Era la noche algo escura, puesto que la luna estaba en el cielo , pero no en parte que pudiese ser vista"
En la negrura de la noche, Sancho duerme toda la noche de un tirón, mientras don Quijote se conforma con un breve primer sueño. Desvelado por sus “cuidados”, despierta al plácido durmiente, para reprocharle que no comparta penas y sentimientos.
"que tal vez la señora Diana se va a pasear a los antípodas y deja los montes negros y los valles escuros"
¿De mármol? ¿De bronce? Esto no puede ser. Si don Quijote vela, Sancho duerme. Si llora, él canta. Si ayuna, él se cansa de hartura.
"...yo imagino que eres hecho de mármol o de duro bronce..."
Tras los reproches, le ruega que se dé trescientos o cuatrocientos azotes a cuenta de los del desencanto de Dulcinea, mas ha de hacerlo con una sonrisa agradecida en la boca. Se lo suplica, sin usar la fuerza de los brazos. Ya pudo comprobar que los del escudero son más fuertes.
Tras la tunda, cantarán, a dúo, ausencias y firmezas, durante toda la noche, tal y como suelen hacer en las pastoriles Arcadias. Sancho protesta, vea vuestra merced que no hay ganas de cantar, después de zurrarse en los lomos, con unas disciplinas de esas que usan los frailes. Don Quijote ha de permitirle dormir y no apretarlo en lo de azotarse. Que, si se pone pesado, se lo hará jurar: no le tocará pelo alguno, ni del sayo ni del cuerpo.
Tanta insolencia hace explotar a don Quijote. Un desagradecido, de alma endurecida, que comió de su pan y llegó, gracias a él, ni más ni menos que a gobernador. Y que, en cuanto pase un añito y se disipen las tinieblas, podría ser conde…
“Esperanzas propincuas”, “«post tenebras spero lucem”… no entiende Sancho esas palabras, Tan sólo sabe, y así lo expresa, que el sueño disuelve el miedo y todo lo demás, lo bueno y lo malo. Manjar, agua, fuego, frío, moneda y balanza que a todos nos iguala; todo eso y mucho más puede ser el sueño. Sólo le afea su semejanza con la muerte.
"bien haya el que inventó el sueño, capa que cubre todos los humanos pensamientos..."
"...manjar que quita la hambre..."
"agua que ahuyenta la sed..."
"...fuego que calienta el frío..."
"...frío que templa el ardor..."
"...moneda general con que todas las cosas se compran..."
"...balanza y peso que iguala al pastor con el rey y al simple con el discreto..."
"Sola una cosa tiene mala el sueño... y es que se parece a la muerte..."
¡Cuántas discreciones salen de la boca de Sancho! ¡Qué elegantes palabras! Don Quijote, orgulloso de su aplicado discípulo, encaja un refrán: “«No con quien naces, sino con quien paces ».
Acaba de hacer lo que tanto le recrimina ¿Quién aprende de quién?
El escudero protesta, “pesia tal”, a su señor amo, por ensartar sentencias. Y señala, con ironía, la diferencia: sus refranes acuden a deshora mientras que los de su señor llegan en el momento preciso. Pero que se entere este listillo de su amo: “todos son refranes”.
De pronto, se extiende un gran ruido por aquellos valles. Don Quijote pone mano a su espada y Sancho, temblón, se esconde debajo del rucio, parapetándose tras una barricada de armas y albarda.
El ruido va creciendo y está cada vez más cerca. Son gruñidos y bufidos de seiscientos cerdos que , van conducidos por unos hombres, a una feria. El marrano tropel sorprende a los dos y son pisoteados por tan inmundos animales.
"...el caso que llevaban unos hombres a vender a una feria más de seiscientos puercos..."
Todo y todos por el suelo: albarda, armas, rucio, Rocinante, caballero y escudero.
Sancho se levanta y tiene un inesperado gesto de valentía. Pide a su amo la espada para matar a media docenita de aquellos “señores y descomedidos puercos”. Sabe bien lo que son y don Quijote también. Y ahora no hay encantadores sino el castigo del cielo para un caballero andante vencido. Adivas, avispas, puercos…es lo que se merece.
Sancho razona que los escuderos no tienen culpa alguna y, sin embargo, sufren hambre, piojos, moscas…. No son hijos ni parientes de los caballeros andantes, nada tienen que ver Panzas con Quijotes.
Será mejor que duerman la poca noche que les queda.
(Sigue)
Un abrazo de María Ángeles Merino
Las fotos son: "Luna en Palacios de Benaver", "Cerro a oscuras"(Palacios de Benaver), "Sancho en un escaparate de souvenirs burgaleses", "Trío de burgaleses con capa", plato realizado en la Escuela de Hostelería, "Fuente con hiedra" (Ermita de Villanueva de Argaño), fuego de leña, " Nieve y restos de otoño","Monedas, almohada y Quijote", Palacio de Justicia (Burgos), vieja lápida en San Amaro (Burgos), fragmento de cuadro de Ana Queral.
Copiado de "La arañita campeña", entrada con el mismo título.
"Era la noche algo escura, puesto que la luna estaba en el cielo , pero no en parte que pudiese ser vista"
En la negrura de la noche, Sancho duerme toda la noche de un tirón, mientras don Quijote se conforma con un breve primer sueño. Desvelado por sus “cuidados”, despierta al plácido durmiente, para reprocharle que no comparta penas y sentimientos.
"que tal vez la señora Diana se va a pasear a los antípodas y deja los montes negros y los valles escuros"
¿De mármol? ¿De bronce? Esto no puede ser. Si don Quijote vela, Sancho duerme. Si llora, él canta. Si ayuna, él se cansa de hartura.
"...yo imagino que eres hecho de mármol o de duro bronce..."
Tras los reproches, le ruega que se dé trescientos o cuatrocientos azotes a cuenta de los del desencanto de Dulcinea, mas ha de hacerlo con una sonrisa agradecida en la boca. Se lo suplica, sin usar la fuerza de los brazos. Ya pudo comprobar que los del escudero son más fuertes.
Tras la tunda, cantarán, a dúo, ausencias y firmezas, durante toda la noche, tal y como suelen hacer en las pastoriles Arcadias. Sancho protesta, vea vuestra merced que no hay ganas de cantar, después de zurrarse en los lomos, con unas disciplinas de esas que usan los frailes. Don Quijote ha de permitirle dormir y no apretarlo en lo de azotarse. Que, si se pone pesado, se lo hará jurar: no le tocará pelo alguno, ni del sayo ni del cuerpo.
Tanta insolencia hace explotar a don Quijote. Un desagradecido, de alma endurecida, que comió de su pan y llegó, gracias a él, ni más ni menos que a gobernador. Y que, en cuanto pase un añito y se disipen las tinieblas, podría ser conde…
“Esperanzas propincuas”, “«post tenebras spero lucem”… no entiende Sancho esas palabras, Tan sólo sabe, y así lo expresa, que el sueño disuelve el miedo y todo lo demás, lo bueno y lo malo. Manjar, agua, fuego, frío, moneda y balanza que a todos nos iguala; todo eso y mucho más puede ser el sueño. Sólo le afea su semejanza con la muerte.
"bien haya el que inventó el sueño, capa que cubre todos los humanos pensamientos..."
"...manjar que quita la hambre..."
"agua que ahuyenta la sed..."
"...fuego que calienta el frío..."
"...frío que templa el ardor..."
"...moneda general con que todas las cosas se compran..."
"...balanza y peso que iguala al pastor con el rey y al simple con el discreto..."
"Sola una cosa tiene mala el sueño... y es que se parece a la muerte..."
¡Cuántas discreciones salen de la boca de Sancho! ¡Qué elegantes palabras! Don Quijote, orgulloso de su aplicado discípulo, encaja un refrán: “«No con quien naces, sino con quien paces ».
Acaba de hacer lo que tanto le recrimina ¿Quién aprende de quién?
El escudero protesta, “pesia tal”, a su señor amo, por ensartar sentencias. Y señala, con ironía, la diferencia: sus refranes acuden a deshora mientras que los de su señor llegan en el momento preciso. Pero que se entere este listillo de su amo: “todos son refranes”.
De pronto, se extiende un gran ruido por aquellos valles. Don Quijote pone mano a su espada y Sancho, temblón, se esconde debajo del rucio, parapetándose tras una barricada de armas y albarda.
El ruido va creciendo y está cada vez más cerca. Son gruñidos y bufidos de seiscientos cerdos que , van conducidos por unos hombres, a una feria. El marrano tropel sorprende a los dos y son pisoteados por tan inmundos animales.
"...el caso que llevaban unos hombres a vender a una feria más de seiscientos puercos..."
Todo y todos por el suelo: albarda, armas, rucio, Rocinante, caballero y escudero.
Sancho se levanta y tiene un inesperado gesto de valentía. Pide a su amo la espada para matar a media docenita de aquellos “señores y descomedidos puercos”. Sabe bien lo que son y don Quijote también. Y ahora no hay encantadores sino el castigo del cielo para un caballero andante vencido. Adivas, avispas, puercos…es lo que se merece.
Sancho razona que los escuderos no tienen culpa alguna y, sin embargo, sufren hambre, piojos, moscas…. No son hijos ni parientes de los caballeros andantes, nada tienen que ver Panzas con Quijotes.
Será mejor que duerman la poca noche que les queda.
(Sigue)
Un abrazo de María Ángeles Merino
Las fotos son: "Luna en Palacios de Benaver", "Cerro a oscuras"(Palacios de Benaver), "Sancho en un escaparate de souvenirs burgaleses", "Trío de burgaleses con capa", plato realizado en la Escuela de Hostelería, "Fuente con hiedra" (Ermita de Villanueva de Argaño), fuego de leña, " Nieve y restos de otoño","Monedas, almohada y Quijote", Palacio de Justicia (Burgos), vieja lápida en San Amaro (Burgos), fragmento de cuadro de Ana Queral.
Copiado de "La arañita campeña", entrada con el mismo título.